Desarrollo de la Congregación
Ante la Fundadora surgió ahora una doble tarea: formación de los miembros y el desarrollo externo de la Congregación para fines de apostolado.
Celina se abocó a ambas tareas con una audacia admirable. La Congregación empieza a crecer hacia el exterior. La primera fundación que surgió en Polonia, fue la casa del noviciado en Kety en la diócesis de Cracovia. El trabajo se inició en una choza de campo, donde había que tapar con paja las rendijas en las paredes había que barrer la nieve que bloqueaba la puerta, y con una lámpara en la mano abrirse camino hasta la Iglesia. Se instaló allí una casa provisoria para las hermanas con una capilla en el altillo. La M. Celina inició la construcción del convento sobre una parcela que compró de aproximadamente media hectárea. Dirigiendo los trabajos y luchando con la falta de recursos materiales, mostró mucha energía, iniciativa y sentido práctico. Dedicó a esta obra un enorme esfuerzo, valorando su significación para las siguientes generaciones de Hermanas de la Resurrección. El 20 de octubre de 1892 se realizó la toma de hábitos de las primeras novicias. En septiembre de 1894 el Padre General Przewlocki C.R. bendijo la casa del Noviciado y la capilla. Las Hermanas se dedicaron en Kety a diferentes áreas de trabajo: enseñanza en la escuela primaria, cursos profesionales, organización de un orfanato el cuidado de enfermos en el pueblo y villorrios cercanos, préstamo de libros, organización de asociaciones parroquiales para mujeres y jovencitas. La Madre Celina se ganó el reconocimiento del clero local y el afecto de los terratenientes de la zona, quienes la ayudaban activamente en la nueva fundación.
En 1896 la Congregación inició el trabajo misional. El 7 de noviembre, invitada por los Padres de La Resurrección, la Madre Celina se dirigió con tres Hermanas a Bulgaria, y abrió una misión en Malko Tirnowo cerca de Adrianopol. El objetivo de la misión era ejercer el apostolado entre los búlgaros separados de la Iglesia Católica. Las condiciones de trabajo y de vida eran especialmente difíciles: Un primitivismo extremo, una pobreza aterradora: “una piecita sin piso, ninguna silla, los colchones sobre tablas junto a dos de las paredes”. Las hermanas organizaron una escuela en Malko Tirnowo y ayudaban a la población de la zona. Como resultado de la misión, hubo una serie de conversiones. La Madre Celina escribía el “Diario desde Bulgaria” y algunas de sus cartas fueron publicadas en “Tiempo” de Cracovia y en “Anales” de la Resurrección en italiano. La Madre Celina permaneció en Malko Tirnowo durante medio año, tras lo cual volvió a Roma. Visitaba, sin embargo de tanto en tanto la casa en Tirnowo y en 1899 se dirigió allí junto con la M. Eduviges. Consideraba a esa misión su obra más querida. La misión sólo duró 11 años pues como consecuencia de la situación política y por recomendación de la Congregación para la Propagación de la Fe, las Hermanas abandonaron Bulgaria en 1907.
En la primavera de 1898 la Madre Celina abrió un convento en Czestochowa. Debido a las relaciones políticas, las Hermanas estaban obligadas a ocultar su condición de religiosas y el convento era conocido bajo el nombre de “La casita de la Señora Soltan”, quien era la superiora. Un decreto tolerante de 1905 permitió abrir una capilla, para pronto, como consecuencia de una mayor represión, las Hermanas tuvieron que cerrarla y guardaban el Santísimo Sacramento, por especial permiso del Papa Pío X, en la base de un Crucifijo colocado sobre el escritorio. Dos años más tarde iniciaron el trabajo en Varsovia. Tomaron a su cargo tres institutos: El Instituto de santa Eduviges en la calle: Wiejska, el Instituto de s. Anna en la calle: Mazowiecka 11, trasladado a continuación a la calle Mokotowska 55, y el Instituto del Buen Pastor en la calle: Tarczyñska 27.
El año 1900 abrió nuevas perspectivas para la joven Congregación. Se abrieron nuevos horizontes de misión en tierra americana.
La primera casa se abrió en Chicago, seguida de una serie de nuevas misiones. En el momento de la muerte de la Madre Fundadora la Congregación poseía 10 casa en Estados Unidos. Las Hermanas iniciaron un trabajo educativo, abriendo escuelas y jardines de Infantes, enseñando sobre todo religión y el idioma polaco. La Madre Celina visitó dos veces las casas en América: en 1902 en compañía de Eduviges, y a continuación después de la muerte de su hija en 1906.
La construcción de un convento propio en 1902 en Roma para albergar a la casa general –en la calle Marcantonio Colonna 52 - fue obra de la Madre Celina. Para realizar esta casa, un grupo de personas amigas prestó ayuda a la Madre. Hasta el momento de la muerte de la Fundadora la Congregación tenía tres noviciados: en Roma, Kety y Norwoord Park cerca de Chicago.
La Congregación dirigía colegios de diferentes tipos, jardines de Infantes, internados, casas para retiros espirituales y realizaba diversos trabajos vinculados a las necesidades de las parroquias.
Sin embargo, la Madre Celina consideraba la educación y formación intima de las Hermanas en el espíritu de la Regla, más importante que la actividad exterior. Abundantemente favorecida a por la naturaleza y la gracia, enriquecida con experiencia adquirida, era una excelente supriora y educadora. Poseía en un grado excepcional el don de llegar a las personas, sabiendo crear condiciones síquicas en las cuales las almas tendían más fácilmente a ceder ante la gracia. Vivía profundamente las dificultades exteriores de las hermanas: trataba de ayudarles con oración, ayuno y sacrificios. Tenía el don de leer en las almas. Era muy sensible a los indicios de un verdadero arrepentimiento. El saber apreciar los dones naturales y el aprovecharlos para modelar la personalidad de las hermanas, era un rasgo especial de su labor educativa. El problema de la educación de las Hermanas era su gran preocupación. Cuidaba de que el nivel de vida intelectual, cultural y social en la congregación fuera elevado. Exigía una perfecta obediencia religiosa pero sin formalismos. No doblegaba la individualidad, creaba en sus casas una atmósfera de alegre libertad de los Hijos de Dios,
lo que no le impedía ser exigente con las hermanas. Sabía conjugar la firmeza con la dulzura. Abarcaba con su gran corazón no solo a las hermanas sino a todos con quienes se relacionaba. Mandaba a las hermanas a cuidar enfermos y a velar junto a ellos durante la noche. Estimaba a los sacerdotes, se preocupaba por ellos y les ayudaba.
Para extender la influencia apostólica de la Congregación, la Madre Celina organizó a las primeras “Hermanas Unidas” Eran personas que permanecían en su medio ambiente, pero vivían de acuerdo al espíritu de la Regla creada para ellas por el Padre Semenenko.
La Madre Celina y su asistente la Madre Eduviges, dedicaron los años 1902 al 1905 a la redacción final de la Constitución. En 1903 apareció la legislación del Derecho Canónico relativa al procedimiento a seguir al fundar nuevas Congregaciones Religiosas, por lo que hubo que adecuar la Constitución a las normas canónicas. Al tratar de obtener la promulgación de la Constitución, la dificultad más importante fue la aceptación del principio de coro único. Era éste un principio difícil de aceptar frente a la mentalidad de esa época. La tradición secular de doble coro estaba demasiado enraizada en las mentes. Se consideraba que ese modo de vivir era prácticamente inaceptable. Se trataba de un aspecto fundamental. El concepto de un solo coro surge del espíritu de la Regla y constituye una característica muy particular de la Congregación. Era muy difícil aceptar un cambio tan radical. Finalmente se aprobó la idea de la Fundadora y se permitió una sola categoría de miembros en la congregación. El 10 de mayo de 1905 la Congregación obtuvo el “DECRETUM LAUDIS” confirmado por el Papa Pío X. La Madre Celina deseaba basar a la Congregación en derecho Papal, “Juris Pontificia”. Este logro ocasionó muchas dificultades y humillaciones.
El último período de la vida de la Madre Celina trajo nuevo sufrimiento. El día 27 de septiembre de 1906 en Kety murió repentinamente de un ataque de corazón la Madre Eduviges. Perdió así no solo a su querida hija, sino también a la persona en quien veía el futuro de la Congregación. En su trabajo, encontraba en la Madre Eduviges una ayudante valerosa, santa y entregada a causa. Llevaban juntas el peso de la responsabilidad, se comprendían, se complementaban mutuamente, juntas pensaban en los medios imprescindibles para profundizar interiormente y desarrollar exteriormente a la Congregación. La profunda relación que unía a madre e hija encontró su expresión en una rica correspondencia. Después de la muerte de su hija, la Madre Celina expresó su convencimiento de que El Señor le quitó lo que humanamente le daba seguridad, para mostrar que Su obra sólo debe basarse en ÉL. A pesar de Su debilitada fuerza física y su avanzada edad, se entregó con renovada energía al trabajo par la Congregación. En los años 1907 al 1909 visitó las casas en Polonia, en abril de 1909 se dirigió a América, donde realizó nuevas fundaciones. Dar a la Congregación su forma organizativa definitiva de acuerdo a las normas vigentes de la Iglesia era un asunto muy importante. Para ello, la Madre Celina preparó y llevó a cabo en 1911 el primer Capítulo General de la Congregación durante la cual fue elegida por aclamación, Superiora General vitalicia. En Abril 1912 la Congregación recibió del Papa Pío X a un cardenal protector, en la persona de Basilio Pompilio. De los dos últimos años de su vida, parte los pasó en Polonia y parte en el extranjero. Durante algún tiempo estuvo en Kety, donde se dedicó a su amado trabajo de formación religiosa de las novicias. En la primavera de 1913 visitó en Merino a su hija Celina Haller, gravemente enferma, y en camino a Polonia se detuvo en Bolonia a pedido del Arzobispo Della Chiesa, a quien predijo que sería papa. Su predicción se cumplió al año siguiente.
Después de realizar la visitación de todas las casas de Polonia en otoño de 1913, la Madre decidió volver a Roma. En la estación de Czestochowa, despidiéndose de las Hermanas, les dijo “SEAN SANTAS”. En el camino se detuvo por unos días en Cracovia, en un cuarto alquilado en la calle Batory 8. Aquí se enfermó de neumonía y tras una corte enfermedad terminó su vida el domingo 26 de octubre de 1913 a las 17 horas. Recibió el sacramento de unción de los enfermos de las manos del Padre Iwaszewski C.R. Cuando su confesor el Padre Orpiszewski C.R. le preguntó algunas horas antes de su muerte si tenía algún deseo, respondió: “Estoy totalmente tranquila”. A las Hermanas dejó una recomendación, que constituye su testamento.
“SEAN UNO “. No pudiendo hablar, escribió en una hoja: “Ofrezco a Dios sufrimientos…Bendigo…en DIOS la felicidad eterna” Se fue tranquila por el destino de la Congregación, concentrada e inmersa en Dios. Sus restos fueron inhumados en el cementerio en Kety el día 29 de octubre de 1913, en el 80 aniversario de su nacimiento. Junto a su ataúd, las numerosas hermanas reunidas de todas casas de Roma y de Polonia, cumpliendo su voluntad, cantaron el Magníficat.
El 22 de noviembre de 1937, por deseo de toda la Congregación los ataúdes de ambas Madres, Fundadora y Cofundadora, con permiso de la Santa Congregación de Ritos, y del Obispo de Cracovia Adam Sapiecha, fueron trasladados desde el cementerio a la cripta bajo la capilla del Convento en Kety. Después de la muerte de la sierva de Dios “Los Padres Resurreccionistas pidieron por lo menos por lo menos por un día tener en su Iglesia los restos de la Madre Celina”. Durante el entierro en Kety le fueron rendidos honores plenos de veneración, que evidenciaban la opinión general de santidad que acompañaba a la Madre Celina durante su vida, la que ha crecido continuamente después de su muerte y hasta el día de hoy” (Palabras del postulador del caso, Padre Augusto a Virgine).
Esta opinión de santidad de la sierva de Dios se está afirmando cada vez más en los círculos de la sociedad Católica en Polonia, Italia, América y otros países, basándose en la cada vez mayor abundancia de gracias y aún de curaciones milagrosas recibidas de Dios por su intercesión.
Perfil del alumno
Que asuma un compromiso cristiano como un ser libre auténtico y solidario viviendo su fe desde la verdad del Evangelio.
Respetuoso de sus pares y autoridades, humilde, capaz de brindar lo mejor de su persona en bien de la comunidad, que comparta sus bienes y su tiempo.
Constructor de sus propios aprendizajes, crítico, reflexivo, disciplinado, creativo, autónomo, apasionado por adquirir los saberes que lo lleven a optimizar sus propias capacidades.
Congregación de las Hermanas de la Resurrección de Nuestro Señor Jesucristo
Perfil del alumno
Que asuma un compromiso cristiano como un ser libre auténtico y solidario viviendo su fe desde la verdad del Evangelio.
Respetuoso de sus pares y autoridades, humilde, capaz de brindar lo mejor de su persona en bien de la comunidad, que comparta sus bienes y su tiempo.
Constructor de sus propios aprendizajes, crítico, reflexivo, disciplinado, creativo, autónomo, apasionado por adquirir los saberes que lo lleven a optimizar sus propias capacidades.
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