La vida interior de La Madre Celina

La vida interior de La Madre Celina

La Madre Celina era sencilla, accesible, natural y por ello atrayente. “Me llamaba la atención su gran sencillez, y humildad. Nunca hablaba acerca de sí misma ni de su obra hasta tal punto que uno se preguntaba de dónde había sacado tanta energía y tantos pensamientos creadores y obras.

La única respuesta que encontré – afirma el arzobispo Teodorowicz –era que el secreto de su influencia estaba ante todo en su humildad, vivida en un gran amor a Dios” En una carta al Padre General Przewlocki C.R. escrita en Cracovia el 3 de octubre de 1891 caracterizó ella misma su vida interior: ”El Señor Jesús no me predispone a los actos heroicos; quizás me enorgullecería; mi heroísmo es la gracia de la paciencia y de la resistencia, aún con una cierta alegría interior”. No se adjudicaba el mérito de fundar la Congregación”. Al principio consideraba que no era digna ni capaz de ser fundadora de la Congregación. Entendí después que es el mismo Señor Jesús el Fundador y yo sólo estropeaba su obra”. Aceptaba en silencio las pruebas y humillaciones a través de las cuales Dios guiaba a la Congregación. Su manera de vida era severa, sencilla monacal; no exigía nada para sí. A menudo queriendo pedir una gracia para algún alma, ayunaba a pan y agua: sin fijarse en la estación de año ni en el clima, realizaba largos viajes, siempre en tercera clase. Ninguna dificultad era demasiado grande, cuando se trataba de ganar almas para Dios. Sabía armonizar la vida activa con la contemplativa. Su fe se manifestaba prácticamente en el amor a la voluntad de Dios y en su cumplimiento en cada momento, aun en las cosas más insignificantes. Poseía el don de la contemplación. Hubo un periodo en su vida cuando recibió gracias excepcionales, visiones y éxtasis. En la Iglesia de San Claudio en Roma, durante santa Misa, tuvo una visión interna de las futuras hermanas de la Resurrección: “Vi muy claramente avanzar a Hermanas en hábitos negros, con cordones y largos velos” describía al Padre Semenenko el 5 de noviembre de 1879. Llama la atención la descripción del hábito coincidente con la realidad. La más significante en su vida fue visión de S. María Magdalena el 5 de septiembre de 1881 en Boussu.
La Fundadora introdujo en su congregación el culto de María como característica especial: “La congregación debe ir a Jesús a través de María”. En el último periodo de su vida la Madre Celina ya no recibía dones especiales. El Señor Jesús la conducía por el camino de la fe desnuda, llamando la medida de sus merecimientos. Recibía el sufrimiento con alegría espiritual. Su vida es el cumplimiento del lema Resurreccionista: “Per crucem et mortem ad resurrectionem et gloriam”

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